Cada vez más españoles eligen vivir en casas levantadas en naves y transportadas después al lugar donde desean residir. Son más eficientes, aunque no tan baratas como parecen
13/02/2018
José Ignacio lleva dos años viviendo en una casa prefabricada. Cuando él y su mujer pensaron en mudarse de un pequeño pueblo de Burgos a la capital de la provincia, nunca se les pasó por la cabeza hacerlo en una casa que no fuera “tradicional”. “Todo el mundo tiene el tópico de que este tipo de casas son peores, y a mí me preocupaba especialmente el frío”, explica.
Sin embargo, cada vez que se acercaban a la ciudad para visitar inmobiliarias, pasaban por un polígono con este tipo de viviendas. “Al final, un día por curiosidad decidimos entrar, y nos convenció”. Los únicos requisitos que tenían era que fuera unifamiliar y de una sola planta, por aquello de que la edad y las escaleras no son buenas compañeras. A partir de ahí, empezaron a planificar sobre una base la casa que querían construir. “De lo primero que nos enseñaron al proyecto final no hay ningún parecido”, recuerda ahora.
Solo seis meses pasaron desde que cerraron el proyecto hasta que la vieron construida. Pero no estaba en su lugar definitivo, si no en una gran nave industrial, donde se había levantado. “Cuando la ves acabada pero dentro de una nave, parece que es una broma, estamos acostumbrados a ver los cimientos, la estructura, cómo se va haciendo… Y esto es raro pero también divertido”.
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